Artículos de Pedagogía

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Enseñando baloncesto - La caja de LEGO®

por Javier Morillo

Publicado originalmente el 17 de mayo de 2016 en mi blog

Durante los últimos 8 años apenas he ejercido de entrenador de baloncesto, algunos momentos con mi hijo, que el año pasado ha empezado a jugar en competición federada, y alguna otra breve incursión.

Al volver durante la presente temporada, y viendo jugar a muchos equipos de la categoría Mini-Basket, me han sorprendido 2 cosas:

1. El nivel de competitividad y exigencia física, donde lo que priman son los resultados deportivos y la forma de conseguirlos: uso de sistemas (simples) de juego, defensas individuales en todo campo con situaciones constantes de 2×1 y 3×1, etc.
2. El bajo nivel técnico de la mayoría de los jugadores, con graves carencias de fundamentos básicos: uso de las dos manos, bote sin mirar al balón, mecánica de tiro, pase y bote.

Sucede que el trabajo realizado en general, primando el resultado deportivo sobre la formación integral del niño, lleva a buscar atajos con el punto de mira en resultados a corto plazo. No le damos importancia a si el niño ha hecho un gesto técnico correctamente, siempre que “meta canasta”.  No importa si el niño no sabe hacer una finta de recepción, porque para eso ya hemos diseñado una jugada para que quede libre y enceste.

Atajos.

Siempre he pensado que, para que un jugador de baloncesto se desarrolle y llegue a su máximo potencial, debe disponer de unos fundamentos técnicos muy depurados. Un jugador con buen físico tenderá a destacar a edades tempranas, pero con el paso de los años dejará de hacerlo. Un jugador con una depurada técnica individual siempre podrá destacar o al menos competir, incluso contra jugadores con unas condiciones físicas superiores.

Conseguirlo no es fácil, ya que precisa de 3 aspectos básicos:

1. Enormes dosis de paciencia. El resultado se ve a largo plazo, a veces ni siquiera dentro de la misma temporada.
2. Constancia. El niño busca tener un resultado que le haga sentir bien (jugar mejor, ser más competitivo, meter más canastas), y muchas veces nos encontraremos con situaciones donde no sea tan sencillo relacionar el trabajo diario de los entrenamientos con esos objetivos.
3. Un conocimiento muy exhaustivo de la técnica individual, pudiendo mostrar a los jugadores ejemplos de cómo deben realizarse los gestos técnicos y los pasos necesarios para conseguir, desde el punto de partida, el resultado final esperado.

La paradoja de la caja de LEGO®

Imagino que todos vosotros habéis tenido que montar alguna vez una figura de LEGO® o similar como la de la imagen inferior
 


La caja lleva una imagen de la figura completamente montada, y en su interior aparecen en diversas bolsas las piezas para construirlo y un papel enorme con instrucciones detalladas, paso a paso, de cómo hay que hacerlo para obtener el resultado correcto.

Quienes hayáis intentado montar una de estas figuras sabréis de la complejidad de hacerlo sin disponer de las instrucciones. Y ahí está la clave de este asunto.

Cuando enseñamos técnica individual a nuestros jugadores lo hacemos como si les entregásemos la caja de LEGO®, con la imagen y las bolsas con las piezas, pero sin darles la hoja con las instrucciones.

Pensad por ejemplo en la enseñanza de una entrada a canasta. Normalmente hacemos algunas nosotros mismos como ejemplo (le enseñamos la imagen a los jugadores) y entregamos a los niños las piezas (un balón y una canasta), y con eso (y sólo con eso) pretendemos que lo hagan correctamente. Está claro que algo falla, ya que con esa información los niños pueden hacer algo parecido a una entrada, pero no serán capaces de hacer una entrada correctamente. Es lo mismo que intentar montar la figura del Halcón Milenario sin las instrucciones. Podremos como máximo conseguir algo parecido, pero no el correcto (y además nos sobrarán piezas).

Pensaréis que, pasado el tiempo, los niños son capaces de hacer la entrada (o cualquier otro gesto técnico) bastante bien, pero si lo analizamos con detenimiento nos daremos cuenta de que pasa mucho tiempo hasta que eso sucede, y probablemente habrá algún aspecto (o varios) que el niño no haga correctamente.

Imaginad ahora que al enseñar a los niños lo hacemos como si siguiéramos una hoja de instrucciones, paso a paso, construyendo desde cero y sin prisa, corrigiendo cada aspecto técnico. ¡Sorpresa! El resultado final no sólo es mucho mejor sino que, sorprendentemente, necesitamos menos tiempo para obtener un mejor resultado.

No penséis de todos modos que una buena técnica individual se aprende de un día para otro. Como decía antes hacen falta enormes dosis de paciencia, constancia y un conocimiento profundo de los aspectos de cada fundamento, de forma que seamos capaces de explicárselos a los jugadores a un ritmo que ellos sean capaces de asimilarlos. El resto es repetir cada gesto muchas veces hasta que el jugador lo asimile y sea capaz de hacerlo de manera natural y sin tener que “pensar” paso a paso.